La arquitectura, como
todo arte, pretende ser o ha de ser bello y atractivo dentro de un marco
sociohistórico concreto. Por tanto, podemos decir que uno de los principales
pilares de la arquitectura es la belleza. Es algo fundamental y que en épocas
pasadas se tomaba como una premisa elemental que todo edificio debía seguir al
pie de la letra. Por encima de todo estaba la venustas vitruviana, la voluptas
de Alberti y otros términos derivados de estos que ayudaban a definir la
belleza arquitectónica. Empezando por la tan sencilla simetría, que
proporciona cierto orden visual; pasando por la proporcionalidad, que aporta a
los edificios un tamaño y una escala adecuada para la función que le va a ser
atribuida; finalizando con el término variedad, que le proporciona al edificio
un punto de atractivo visual que tapa la monotonía y el aburrimiento visual
que da la homogeneidad y la simetría.
Pero ahora las prioridades han cambiado, si
bien la arquitectura sigue siendo un arte (o no, depende de tu consideración),
últimamente se priorizan más otros factores empezando por la economía, gracias
a la mano de obra y los materiales, que ahora son más caros. Por otra parte, también
tenemos el ámbito psicológico, el cual ha cobrado gran importancia
últimamente. Actualmente, por el tipo de sociedad en el que vivimos y por la
clase de trabajos que desempeñamos, pasamos más tiempo en un interior que en
el exterior. Esta situación fue gravemente empeorada al inicio de la pandemia,
la cual nos ha demostrado la importancia que tienen los sentimientos que te
produce una estancia y la comunicación que tiene con el exterior.
De
hecho, fue a raíz de este confinamiento que tomó gran interés la comunicación
exterior-interior, por la ausencia de terrazas y balcones en algunos
edificios, que se hizo patente mediante la construcción de terrazas que se
instalaban fácilmente en una ventana.
LA VISTA
La arquitectura debe
estar hecha a partir de unos códigos psicológicos que, a través de unos
elementos físicos seleccionados, consiguen transmitir de manera precisa
determinadas emociones, ya sea de tensión, de descanso, de alegría, etc. Estos
elementos físicos son principalmente el color y la textura.
El color hace referencia a la tonalidad usada
en el recubrimiento de una superficie o varias en un espacio determinado. Los
colores de una estancia influyen en cómo se siente una persona, pues tenemos
asociados los colores a ciertos sentimientos o emociones basadas en patrones
culturales o experiencias previas. Es por esta asociación a ciertos recuerdos
o sentimientos que la tarea de la elección de los colores se vuelve menos
sencilla y más de razonar y meditar. En primer lugar, encontramos tres tipos
de colores según la temperatura, ya sea frío, cálido o neutro y, a parte
tenemos las tonalidades. El blanco representa pureza y limpieza, pero también
amplitud y vacío; el negro es un color más contemplativo, y se puede usar para
dar lugubridad o luto o estrechez y vacío; el rojo aporta pasión y emoción, o
miedo y peligro (por la referencia a la sangre); el naranja se utiliza para
crea ambientes de relax; el amarillo proporciona alegría y bienestar, el verde
tiene un aura sanadora y de relajamiento o puede recordarnos a la naturaleza;
el azul da frescor y seguridad; y el morado proporciona relax y suavidad.
Un buen ejemplo de esto sería el uso de los
colores en los espacios. Estos influyen en la manera que tenemos de sentir
(ver) y usar el espacio. Y de esta premisa partió Alvar Aalto al hacer el Sanatorio
de Paimio. El autor se basó en la psicología de los colores al formar los
espacios. Por ejemplo, los pasillos están pintados de amarillo, que, como bien
aclaramos antes, nos transmiten alegría y optimismo, mientras que las
habitaciones tienen un color verde suave, con ese aura sanadora y relajante.
Digamos que se usa la teoría de la psicología
de los colores para crear una nueva experiencia psico-sensorial (de hecho, se
usa también en edificios), traspasando el umbral de lo estético, llegando al
terreno funcional, de tal manera que un cambio de color puede suponer un
cambio en la función de un espacio.
Por otra parte, tenemos la textura que se
define como un tipo de acabado superficial en el que vemos un cierto patrón.
Estas son percibidas con los sentidos y generan atracción o rechazo, según las
características. En cierto sentido, se trata de crear una experiencia
diferente que puede requerir la intervención de más de un sentido. El aspecto
lo forman elementos como el material y el uso, la geometría, la influencia de
la luz, etc.
Tenemos dos principales tipos de textura: la
visual, que trata de imitar la realidad a través de una textura impresa, por
lo que no responde al tacto; y la textura táctil, que es perceptible con la
vista y, además con el tacto utilizando las tres dimensiones.
EL TACTO
La arquitectura recibe
un excesivo desarrollo del aspecto formal, llegando a perder las cualidades
táctiles y materiales. Es innegable pensar que la arquitectura está hecha, por
lo general, para ser admirada visualmente. Pero hay que tener en cuenta que,
en las últimas décadas, nuestra mirada ha cambiado, lo que antes era una
observación comedida y estudiada, ahora se trata de un ejercicio pasajero, de
una visualización efímera. Esto atrofia la mirada de la arquitectura, dando
lugar a una mirada desatenta y que se basa en la simple contemplación y no en
un entendimiento de lo que nos dicen los sentidos y una obtención de
información de nuestro entorno. Es por esta razón que quizá debiéramos pensar
en otro tipo de arquitectura, una que haga frente a esa superficialidad que
proporciona la vista. Un buen ejemplo de esto sería el estudio de las
cualidades hápticas de la arquitectura.
La mano necesita más tiempo para procesar la
información que la vista, que nos haría librarnos de esa visión contemplativa
efímera que dura pocos minutos. Es cierto que tenemos una cada vez mas notoria
pérdida de la sensibilidad, ya que ahora mismo el mundo es muy visual, para no
perder esta parte tan humana que representa el tacto, hay que jugar con
texturas tridimensionales y los materiales. Estos proporcionan una experiencia
persona-edificio más cercana y exhaustiva. Se trata de definir ciertas
cualidades físicas no visibles (dureza, rugosidad, temperatura, etc.) para
posteriormente, a través del tacto, leer la piel del edificio. Hay que tener
en cuenta que para que haya un contacto físico, antes tiene que haber un
estímulo visual que te lleve a hacer a hacerlo, es decir, que te atraiga.
Dejando
fuera las sensaciones que pueda generar el tacto, hay que dejar claro que
también puede tener carácter funcional. Uno de estos posibles usos puede ser
la aplicación de texturas para guiar a los inválidos gracias a la lectura
podotáctil.
EL OÍDO
“La arquitectura es música de piedras y la
música, arquitectura de sonidos” – Ludwig van Beethoven
Quizá
debiéramos tomar la arquitectura no como un simple edificio, sino como un
conjunto perfecto de elementos que encajan y que crean una pieza única capaz
de producir sonidos únicos e irrepetibles. Realmente, tras este símil, no
parece haber tanta diferencia entre la arquitectura y un instrumento musical.
A partir de esto, podemos plantear los
espacios como si de instrumentos musicales se trataran. Estos amplifican los
sonidos y los mezclan. Como si fuese un director de orquesta, cada edificio
crea su propia melodía, la cual es única y controlable con la forma y el
diseño del espacio.
Este
estudio de la sonoridad en la arquitectura no es algo ni mucho menos moderno,
de hecho, empezó con los teatros griegos. Estos tenían una sonoridad
magnífica gracias a una geometría muy estudiada y al uso de la pendiente a su
favor. De esta manera consigue crear una reverberación fabulosa y además se
puede dirigir el sonido hacia las gradas, que encima funcionan como
reflectores.
Otro
ejemplo puede ser la ópera de Sydney, en la que Utzon pretendió crear
una forma de caracola, consiguiendo un sonido marino, un sonido que resulta constante
y relajante. O también tenemos la filarmónica de Berlín, que, gracias a
su forma de carpa, consigue repartir y difundir la música de manera uniforme.
Podríamos decir que el sonido mide el espacio
en la medida en que somos capaces de captar el espacio a través de los sonidos
que produce.
Si hablamos de sonido, hemos de hablar de
ruido también. El ruido es un tipo de sonido que, si bien no nos da
información, llama nuestra atención de alguna manera. Este ruido proviene del
entorno, el cual siempre tendrá cualidades sonoras. La tarea del arquitecto es
influir en ese sonido (desagradable o no) y a veces potenciar el silencio sobre
el ruido exterior, el cual puede llegar a causar incomodidad o intranquilidad.
El aislamiento y el cerramiento comprenden la clave para influir en esos
sonidos ambientales. Por otro lado, también pueden integrarse estos sonidos en
la propia arquitectura, de tal manera que creen una experiencia única. Hablo
de la integración de sonidos de pájaros, viento o incluso el agua. Frank Lloyd
Wright integró el sonido del agua en su casa de la cascada (residencia
Kaufmann), de tal manera que hace que ese sonido pase a formar parte del
edificio.
Por otra parte, deberíamos hacer un cierto
estudio de las ondas y la propagación de ondas y estudiar soluciones acordes
al tipo de espacio, la forma de este y el uso que va a tener. Se ha comprobado
que ciertos cambios “superficiales” pueden conseguir una mejora en la calidad
sonora de una sala. Se trata de incluir elementos como recubrimientos blandos
en las superficies, tales como alfombras gruesas o la implantación de paneles
de espuma absorbentes, a modo de cámara anecoica, de tal manera que, gracias a
la forma y al material del que están hechas, son capaces de absorber
totalmente las reflexiones producidas por ondas acústicas. Una de sus mayores
aplicaciones sería su uso en estudios de grabación.
Por último, cabe destacar que vivimos en un
bullicio constante, una sociedad extremadamente ruidosa. Estamos acostumbrados
a tener ruido de fondo siempre. Es por esto por lo que se necesita cada vez
con más urgencia una ruptura sonora. Gracias a la física del sonido, sabemos
que la suma de ondas con gráficas de frecuencias inversas da lugar siempre a
una neutralización del sonido, obteniendo el silencio. Se prevé que, con el
avance tecnológico y con la expansión de las ciudades, la construcción de
vivienda se vaya acercando a los aeropuertos y los ingenieros se verán
obligados a inventar aparatos que sean capaces de cancelar este sonido,
reduciendo los niveles de presión sonora de unos 75dB a unos más cómodos 50dB,
de manera que pueda llevarse a cabo una vida normal.
EL OLFATO
Hay que
tener en cuenta que el olfato en los humanos está muy poco desarrollado, por
lo que no suele generar una experiencia potente. El olfato es uno de los
sentidos más funcionales, ya que nos ayuda a detectar comida en mal estado,
escapes de gases, etc. La mejor manera de integrar una experiencia con olor en
la arquitectura es a través de la replicación o reproducción de olores. Es una
especie de dispositivo generador de olor a partir de una anterior captura de
esencia.
Uno de los usos clave del estímulo olfativo es
el reclamo social. SI hablamos de temas comerciales, un olor agradable llama
la atención, provoca un aumento en las ventas y otorga al establecimiento de
una mejor valoración del lugar.
De igual manera, el olor afecta a la salud y
al bienestar, pudiendo incluso afectar al estado de ánimo. Es por esto que la
arquitectura debe estar exenta de malos olores y debe mejorar la calidad del
aire con respecto al entorno. Esto se hace controlando las fuentes de malos
olores y con una luz cuidada y una ventilación apropiada. Además, estudios
dicen que las plantas favorecen los buenos olores y la regeneración de aire.
EL GUSTO
Por último, tenemos el
gusto, que es el sentido que menos relación tiene con la arquitectura,
básicamente porque necesita de una interacción directa con el objeto.
Principalmente encontramos estímulos del sabor en la comida, de hecho, es raro
encontrarlos fuera de los alimentos. Sin embargo, sí podemos encontrar algún
extraño caso de esta peculiar condición. Edward Ruscha, a modo de performance,
creó una habitación enteramente cubierta de chocolate Nestlé.
LA
ARQUITECTURA CLIMÁTICA
La arquitectura, como
cualquier arte, pretende generar una emoción. Esto lo hace, principalmente,
como he hablado antes, a través de la creación de estímulos para los sentidos.
De esta manera es como un espacio puede hacernos vivir una serie de emociones de
acuerdo con la forma en que esté diseñado (con qué propósito). Pero hay
factores que no son físicos, es decir, que no implican a los sentidos, que nos
pueden causar atracción o una cierta incomodidad o rechazo.
Desde un punto de vista atmosférico, se pueden
crear otros tipos de espacios a partir de la modificación de varios parámetros
que regulan la sensación que nos produce la estancia. Estos parámetros son: la
luz, la cual es controlable con los huecos; la humedad, que
depende del acondicionamiento, igual que la temperatura y en ciertos
sentidos el oxígeno. Es obvio pensar que todas estas variables dependen
de la localización y del entorno, es decir, si pretendes crear una misma tipología
de edificio en dos sitios diferentes, habremos de adecuarnos al entorno de
cada uno. En cierto sentido, la arquitectura se basa en la creación de
diferentes espacios a través de la variación de esos parámetros, con el
objetivo de variar también la función del espacio inicial, antes de la
construcción.
Por una parte, la luz es un recurso muy
utilizado en todo tipo de obras de arquitectura. Esta modela los objetos y los
realza, permitiendo resaltar ciertos elementos como texturas, colores y
formas.
Primero que nada, debemos destacar dos tipos
de luz según la proveniencia: la luz natural y la luz artificial.
En primer lugar, la luz natural es aquella
cuya fuente es el sol. Por una parte, destacamos su carácter estético que
tiene, que le ayuda a crear un impacto emocional en nosotros. Esta también
tiene una parte funcional, la cual podríamos resaltar como la más puramente
racional. Principalmente la luz sirve para delimitar y definir correctamente
el espacio en el que estamos para darnos tranquilidad. Para esto es necesario
disponer de una buena iluminación del espacio en el que nos encontramos. Por
último, debemos mencionar que tiene un factor ahorrador, ya que, al fin y al
cabo, cuanta más luz natural se use, menos hay que invertir en iluminación
artificial. Y digamos que conviene más invertir en una buena utilización de la
luz solar que en instalaciones de luz artificiales,
sobre
todo en países tropicales, donde el día dura más. Además, de alguna manera, un
espacio cerrado con luz natural se concibe como un ambiente abierto. Por otra
parte, la luz también crea las sobras, que pueden dar un cierto toque
dramático.
Por otra parte, la luz artificial es una forma
de transformar un interior sin necesidad de abrirlo al exterior. De esta
manera, permites que esta modele los objetos y resalte las formas. Además, por
suerte, es muy susceptible de ser diseñada, por lo que puedes cambiar la
tonalidad (el color), la calidez (frío, cálido o neutro) y la intensidad
(potencia lumínica).
En segundo lugar, encontramos la humedad
o más bien humedad relativa, que es una condición meteorológica que indica la
cantidad agua en forma de vapor que hay en el aire en un espacio determinado.
Está íntimamente relacionado con la sensación térmica, en la medida en que si
en una estancia, sube la humedad relativa, la sensación térmica será mayor y,
por tanto, tendremos más calor. Un exceso de humedad (por encima de un 70%)
puede provocar una proliferación de los ácaros y la aparición de moho. Para
controlar este problema, tenemos aparatos como los deshumidificadores, que
utilizan materiales desecantes y hace pasar el aire a su través quitando parte
de esa humedad o una ventilación continua que evite esa concentración de
humedad. Por otro lado, una cantidad de vapor en el aire demasiado baja
también tiene efectos nocivos, como que favorece la aparición de enfermedades
respiratorias, como el asma u otros síntomas de índole respiratoria, como la
garganta irritada. Además, también puede afectar nivel dermatológico, con la
aparición de piel seca y labios agrietados. La solución para esto está en los
humidificadores, que introduce vapor en forma de micropartículas, subiendo así
la humedad relativa. Tras esto, debemos tener en cuenta que la humedad debe
ser de entre un 35% y un 50% para un confort adecuado y fuera de posibles
problemas de salud. Asimismo, se recomienda tener cuidado con los materiales
de construcción, sobre todo evitando el yeso, proclive a la aparición de moho
y el vinilo.
La temperatura es una de las bases del
confort en un espacio, digamos que más incluso que la humedad relativa.
Teniendo en cuenta que un espacio interior debe estar a unos 20ºC en invierno
y a uso 25ºC en verano, deberemos aclimatar la estancia para mejorar las
condiciones de temperatura con respecto al entorno. En un clima más frío se
han de poner cerramientos más gruesos y deben estar hechos con materiales con
coeficientes de aislamiento muy bajos, de manera que retengan bien el calor.
Sin embargo, un clima cálido nos permitirá no tener que usar tanto
aislamiento, pudiendo reducir el grosor de los muros y los materiales podrán
ser más ligeros, siempre y cuando mantengan un interior fresco. La temperatura
también depende de la incidencia de la luz solar. Es por esto por lo que se
han fabricado unas cortinas hechas con un tejido metálico, de tal manera que
dejan pasar parte de la luz, pero no se calienta, permitiendo reducir la
temperatura hasta 6º. Asimismo, también hay que tratar de evitar lo máximo
posible los cambios bruscos de temperatura, con el objetivo de que la persona
puede adaptarse bien y despacio a las estancias.
De alguna manera, también podemos definir la
arquitectura como una perfecta coordinación funcional entre el aire, la
atmósfera artificial, lo inmaterial y la construcción, la estructura, lo
material. Por lo que es posible asegurar que el diseño arquitectónico
trasciende de lo tangible.
PHILIPPE RAHM
Prosiguiendo con el
tema de la arquitectura climática, hemos de resaltar a Philippe Rahm, un
arquitecto suizo que estudia la importancia de la atmósfera en la
arquitectura.
Él desarrolla sus proyectos con la premisa de
que el juicio estético tiene poca validez, por lo que no sigue ni leyes
físicas ni estéticas. Partiendo de esto, define la arquitectura como lugar de
habitar y servir al ser humano. También dice que la arquitectura no es la
parte física del edificio, sino que comprende el diseño de la atmósfera
interior, por tanto, lo físico es solo construcción. Él deja muy claro que es
el espacio el que ha de adaptarse a nosotros y no al revés, de tal manera que
este pueda evolucionar. Esto lo hace a partir de la creación de ambientes, los
cuales se relacionan directamente con el usuario incidiendo en él y creando
emociones. A partir de esto, se proyecta un nuevo tipo de arquitectura no
convencional que pretende servir al usuario y evolucionar acorde a sus
necesidades funcionales o de confort, haciendo del espacio, un sitio
totalmente funcional, es decir, que todo debe tener utilidad.
En el proyecto Hormonorium, Rahm
pretendía hacer una reproducción del clima alpino. La sala presenta un
aislamiento total con respecto al exterior, es decir, hay que vivirlo y
experimentarlo desde dentro. A través de unos fluorescentes blancos colocados
en el suelo y gracias a una emisión de rayos UVA y UVB, consigue regular el
estado de ánimo de los usuarios. Además, en esta estancia se reduce el nivel
de oxígeno, con el objetivo de provocar un efecto estimulante.
En definitiva, el proyecto trata de encerrar
cierta parte del entorno con el ambiente de la localización con el objetivo de
“manipular el clima”. Al fin y al cabo, se trata de introducir un ambiente
exótico en otro con características diferentes. Antes de hacer esto, conviene
hacer un estudio del clima a nivel general. Esta es la idea de Digestible
Gulf Stream, un proyecto que trata de entender la influencia de la
temperatura de las estancias en nuestra vida cotidiana y cómo afecta esto a
nuestro confort. Se dispusieron dos placas térmicas a diferentes temperaturas
y a diferentes alturas en una sala amplia, de tal manera que había una
diferencia de unos 15º entre la zona más cálida y la más fría. Introdujeron a
personas en la sala y les pidieron hacer determinadas acciones
domésticas
y estas se colocaban en una zona u otra (más o menos cálida) dependiendo de la
actividad, ropa o confort. La idea era crear una única sala, es decir un mismo
espacio, pero que albergaba diferentes atmósferas
(ambientes).
Prosiguiendo con la investigación con la
temperatura, empieza un nuevo proyecto en el que estudiará la convección. Los Convective
apartments son construcciones que estudian el principio de Arquímedes que
dice que el aire caliente pesa menos y por tanto, tiende a subir, mientras que el aire frío tiende a bajar, debido
a su mayor peso. El arquitecto dice que, por la convección, en una sala puede
haber una diferencia de hasta 10ºC entre suelo y techo. El autor también trabaja con el tema de la humedad en los Apartamentos
de vapor, un diseño evolucionado de otro anterior que pretendía hacer de
una vivienda un espacio continuo organizado por la incidencia del vapor de
agua en forma de gradiente, empezando por el baño y acabando en el dormitorio.
Además, incorpora un cierto control del aire y del viento a través de la
orientación del edificio, lo que hace que se cree un edificio “evaporado”. El
arquitecto realiza un mapa de humedades a modo de planta explicativa del
prototipo de vivienda.