Microrrelatos

Sus ojos escanearon todo lo que se situaba a su alrededor, nunca había sido alguien importante, nunca destacó en nada, fue un cero a la izquierda durante sus 21 años de vida, en su familia, con sus amigos, incluso con su pareja era la tercera en discordia.

Bastaron tres segundos para decidir que su vida nunca debió ser, y se precipitó al vacío enmendando el error que creo el universo. Lo último que vieron sus ojos antes de morir fue la sombra de una persona desde lo alto del edificio que parecía despedirse de ella con una sonrisa.

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Yo soy de las que creen que una mirada dice más que mil palabras. Los ojos son ventajas a nuestra alma. En ellos surge la primera chispa, y en ellos muere el último fantasma de nuestra última emoción. 

Los ojos trasmiten tantas emociones que resultan tan abrumador verlos fijamente, que nos hacen sentir incómodos, yo, por el contrario, no me suelo achantar ante unos ojos bonitos, por eso, a pesar de morir a manos de quién creía que era el amor de mi vida, no me molesta tener como última mirada los orbes azules del chico que una vez amé.

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El chico tocaba la guitarra en medio de un mar de personas, siendo ignorado por la mayoría, sus sentimientos iban escritos en esa canción, alzaba la voz para hacerse oír, pero su voz era acalladas con los gritos de las personas y con las conversaciones que estás mantenían, terminó la canción decaído, rogando por unas monedas "otra vez será" pensó esperanzado.

Se alejó de ese vagón y paso al siguiente, esperando tener suerte en ese, volvió a alzar su voz, las lágrimas le caían por las mejillas, pero entre tanto murmullo era solo un susurro más, su voz potente reclamaba atención. Pero estaba solo, el y su guitarra, su corazón se estrujó de dolor y volvió a rogar un poco de atención, un poco de dinero para poder sobrevivir en las calles, tres míseros euros fueron colocados en sombrero que dejaba a sus pies, durante lo que restaba de día había llegado a recaudar 20€, esa noche podría cenar algo decente.