Os conocéis, os enamoráis, os queréis, os amáis. La llama se apaga, solo que da el humo de la relación, los recuerdos del pasado que te atormentan, que te duelen, que te hieren, que te matan. A pesar de ello, decides volver, volver al dolor, al sufrimiento, a la agonía, a la ansiedad, a la necesidad, a la dependencia y al amor ciego. Decides volver porque le echas de menos, porque le sigues queriendo, porque crees que te sigue queriendo y que no te ha olvidado todavía, pero, sobre todo, vuelves porque no quieres olvidar... Olvidarte de esa persona con la que has vivido tantos bonitos momentos, tanta alegría.
Cuando una relación se para, a tu mente le vendrán recuerdos preciosos vividos en esa relación, tu mente quiere que vuelvas, le echas de menos, tu corazón le echa de menos, pero tu cerebro te dice que lo mejor es que olvides. Decides volver, volver a ¿sufrir? Mucha gente dice que si una relación termina es porque hay algo que no funcionaba bien. En tal caso, volver es volver sabiendo que va a volver a pasar lo mismo, ¿no? Entonces, ¿volver es siempre un error? ¿Puede cambiar tanto una relación hasta el punto de que sea sana?
Si una cosa he aprendido es que las personas no cambian. No cambian aunque se lo propongan y por mucho que quieran. No cambian porque quieras tú.
Teniendo en cuenta esto, y que ninguno de los dos vais a cambiar, volver es una pérdida de tiempo siempre, no? O puede ser que se utilice la primera vez como método de aprendizaje y que la segunda sea la definitiva. Hablar de la definitiva es difícil, porque, ¿Cómo sabes cuál es la definitiva?
Será que no me amas - Luis Miguel (1990)
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