17 de diciembre de 2021

Hola, soy maricón. Me gusta hacerme la víctima y creer que me van a pegar por ser gay. Me gusta sentirme débil ante la sociedad, sufrir ataques de ansiedad y creerme especial reivindicando valores fundados en un odio barato sobre situaciones que pasaban hace 50 años. Me gusta manifestar mi eterno odio hacia la derecha, porque, como todo el mundo sabe, son fachas de mierda que solo miran por su banderita, mientras que yo defiendo un país con un gobierno inexistente, que es mucho más productivo.
Obviamente defiendo a las mujeres, sobretodo frente a todo el machismo inexistente y el techo de cristal permeable que hay en mi país, que es descabelladamente machista.
La cuestión es que soy muy feliz poniéndome una falda y sintiéndome especial por parecer estar reivindicando algo que mucha gente lleva haciendo toda su vida. También soy feliz ofendiendome por todo lo que la gente comenta por la calle, eso sí, no me enfrento a ellos porque no tengo argumentos suficientes para defenderme sobretodo porque no tengo razón.
Mi mentalidad se centra en solo una pequeña fracción de la palabra libertad, es decir, que solo quiero libertades sociales para determinados aspectos. Un buen ejemplo serían las mujeres y la comunidad LGTBKGUSCYB74R18+. Eso sí, políticamente, que todo el mundo piense como yo o sois imbéciles. Chao :)

9 de diciembre de 2021

Arquitectura emocional

La arquitectura despierta sentimientos en el hombre. Por tanto, la tarea del arquitecto es hacer esos sentimientos más precisos” – Adolf Loos

 

La arquitectura, como todo arte, pretende ser o ha de ser bello y atractivo dentro de un marco sociohistórico concreto. Por tanto, podemos decir que uno de los principales pilares de la arquitectura es la belleza. Es algo fundamental y que en épocas pasadas se tomaba como una premisa elemental que todo edificio debía seguir al pie de la letra. Por encima de todo estaba la venustas vitruviana, la voluptas de Alberti y otros términos derivados de estos que ayudaban a definir la belleza arquitectónica. Empezando por la tan sencilla simetría, que proporciona cierto orden visual; pasando por la proporcionalidad, que aporta a los edificios un tamaño y una escala adecuada para la función que le va a ser atribuida; finalizando con el término variedad, que le proporciona al edificio un punto de atractivo visual que tapa la monotonía y el aburrimiento visual que da la homogeneidad y la simetría.

Pero ahora las prioridades han cambiado, si bien la arquitectura sigue siendo un arte (o no, depende de tu consideración), últimamente se priorizan más otros factores empezando por la economía, gracias a la mano de obra y los materiales, que ahora son más caros. Por otra parte, también tenemos el ámbito psicológico, el cual ha cobrado gran importancia últimamente. Actualmente, por el tipo de sociedad en el que vivimos y por la clase de trabajos que desempeñamos, pasamos más tiempo en un interior que en el exterior. Esta situación fue gravemente empeorada al inicio de la pandemia, la cual nos ha demostrado la importancia que tienen los sentimientos que te produce una estancia y la comunicación que tiene con el exterior.

De hecho, fue a raíz de este confinamiento que tomó gran interés la comunicación exterior-interior, por la ausencia de terrazas y balcones en algunos edificios, que se hizo patente mediante la construcción de terrazas que se instalaban fácilmente en una ventana.

 

LA VISTA

 

La arquitectura debe estar hecha a partir de unos códigos psicológicos que, a través de unos elementos físicos seleccionados, consiguen transmitir de manera precisa determinadas emociones, ya sea de tensión, de descanso, de alegría, etc. Estos elementos físicos son principalmente el color y la textura.

El color hace referencia a la tonalidad usada en el recubrimiento de una superficie o varias en un espacio determinado. Los colores de una estancia influyen en cómo se siente una persona, pues tenemos asociados los colores a ciertos sentimientos o emociones basadas en patrones culturales o experiencias previas. Es por esta asociación a ciertos recuerdos o sentimientos que la tarea de la elección de los colores se vuelve menos sencilla y más de razonar y meditar. En primer lugar, encontramos tres tipos de colores según la temperatura, ya sea frío, cálido o neutro y, a parte tenemos las tonalidades. El blanco representa pureza y limpieza, pero también amplitud y vacío; el negro es un color más contemplativo, y se puede usar para dar lugubridad o luto o estrechez y vacío; el rojo aporta pasión y emoción, o miedo y peligro (por la referencia a la sangre); el naranja se utiliza para crea ambientes de relax; el amarillo proporciona alegría y bienestar, el verde tiene un aura sanadora y de relajamiento o puede recordarnos a la naturaleza; el azul da frescor y seguridad; y el morado proporciona relax y suavidad.

Un buen ejemplo de esto sería el uso de los colores en los espacios. Estos influyen en la manera que tenemos de sentir (ver) y usar el espacio. Y de esta premisa partió Alvar Aalto al hacer el Sanatorio de Paimio. El autor se basó en la psicología de los colores al formar los espacios. Por ejemplo, los pasillos están pintados de amarillo, que, como bien aclaramos antes, nos transmiten alegría y optimismo, mientras que las habitaciones tienen un color verde suave, con ese aura sanadora y relajante.

Digamos que se usa la teoría de la psicología de los colores para crear una nueva experiencia psico-sensorial (de hecho, se usa también en edificios), traspasando el umbral de lo estético, llegando al terreno funcional, de tal manera que un cambio de color puede suponer un cambio en la función de un espacio.

Por otra parte, tenemos la textura que se define como un tipo de acabado superficial en el que vemos un cierto patrón. Estas son percibidas con los sentidos y generan atracción o rechazo, según las características. En cierto sentido, se trata de crear una experiencia diferente que puede requerir la intervención de más de un sentido. El aspecto lo forman elementos como el material y el uso, la geometría, la influencia de la luz, etc.

Tenemos dos principales tipos de textura: la visual, que trata de imitar la realidad a través de una textura impresa, por lo que no responde al tacto; y la textura táctil, que es perceptible con la vista y, además con el tacto utilizando las tres dimensiones.


EL TACTO

 

La arquitectura recibe un excesivo desarrollo del aspecto formal, llegando a perder las cualidades táctiles y materiales. Es innegable pensar que la arquitectura está hecha, por lo general, para ser admirada visualmente. Pero hay que tener en cuenta que, en las últimas décadas, nuestra mirada ha cambiado, lo que antes era una observación comedida y estudiada, ahora se trata de un ejercicio pasajero, de una visualización efímera. Esto atrofia la mirada de la arquitectura, dando lugar a una mirada desatenta y que se basa en la simple contemplación y no en un entendimiento de lo que nos dicen los sentidos y una obtención de información de nuestro entorno. Es por esta razón que quizá debiéramos pensar en otro tipo de arquitectura, una que haga frente a esa superficialidad que proporciona la vista. Un buen ejemplo de esto sería el estudio de las cualidades hápticas de la arquitectura.

La mano necesita más tiempo para procesar la información que la vista, que nos haría librarnos de esa visión contemplativa efímera que dura pocos minutos. Es cierto que tenemos una cada vez mas notoria pérdida de la sensibilidad, ya que ahora mismo el mundo es muy visual, para no perder esta parte tan humana que representa el tacto, hay que jugar con texturas tridimensionales y los materiales. Estos proporcionan una experiencia persona-edificio más cercana y exhaustiva. Se trata de definir ciertas cualidades físicas no visibles (dureza, rugosidad, temperatura, etc.) para posteriormente, a través del tacto, leer la piel del edificio. Hay que tener en cuenta que para que haya un contacto físico, antes tiene que haber un estímulo visual que te lleve a hacer a hacerlo, es decir, que te atraiga.

Dejando fuera las sensaciones que pueda generar el tacto, hay que dejar claro que también puede tener carácter funcional. Uno de estos posibles usos puede ser la aplicación de texturas para guiar a los inválidos gracias a la lectura podotáctil.

 

EL OÍDO

 

“La arquitectura es música de piedras y la música, arquitectura de sonidos” – Ludwig van Beethoven

 

Quizá debiéramos tomar la arquitectura no como un simple edificio, sino como un conjunto perfecto de elementos que encajan y que crean una pieza única capaz de producir sonidos únicos e irrepetibles. Realmente, tras este símil, no parece haber tanta diferencia entre la arquitectura y un instrumento musical.

A partir de esto, podemos plantear los espacios como si de instrumentos musicales se trataran. Estos amplifican los sonidos y los mezclan. Como si fuese un director de orquesta, cada edificio crea su propia melodía, la cual es única y controlable con la forma y el diseño del espacio.

Este estudio de la sonoridad en la arquitectura no es algo ni mucho menos moderno, de hecho, empezó con los teatros griegos. Estos tenían una sonoridad magnífica gracias a una geometría muy estudiada y al uso de la pendiente a su favor. De esta manera consigue crear una reverberación fabulosa y además se puede dirigir el sonido hacia las gradas, que encima funcionan como reflectores.

Otro ejemplo puede ser la ópera de Sydney, en la que Utzon pretendió crear una forma de caracola, consiguiendo un sonido marino, un sonido que resulta constante y relajante. O también tenemos la filarmónica de Berlín, que, gracias a su forma de carpa, consigue repartir y difundir la música de manera uniforme.

Podríamos decir que el sonido mide el espacio en la medida en que somos capaces de captar el espacio a través de los sonidos que produce.

Si hablamos de sonido, hemos de hablar de ruido también. El ruido es un tipo de sonido que, si bien no nos da información, llama nuestra atención de alguna manera. Este ruido proviene del entorno, el cual siempre tendrá cualidades sonoras. La tarea del arquitecto es influir en ese sonido (desagradable o no) y a veces potenciar el silencio sobre el ruido exterior, el cual puede llegar a causar incomodidad o intranquilidad. El aislamiento y el cerramiento comprenden la clave para influir en esos sonidos ambientales. Por otro lado, también pueden integrarse estos sonidos en la propia arquitectura, de tal manera que creen una experiencia única. Hablo de la integración de sonidos de pájaros, viento o incluso el agua. Frank Lloyd Wright integró el sonido del agua en su casa de la cascada (residencia Kaufmann), de tal manera que hace que ese sonido pase a formar parte del edificio.

Por otra parte, deberíamos hacer un cierto estudio de las ondas y la propagación de ondas y estudiar soluciones acordes al tipo de espacio, la forma de este y el uso que va a tener. Se ha comprobado que ciertos cambios “superficiales” pueden conseguir una mejora en la calidad sonora de una sala. Se trata de incluir elementos como recubrimientos blandos en las superficies, tales como alfombras gruesas o la implantación de paneles de espuma absorbentes, a modo de cámara anecoica, de tal manera que, gracias a la forma y al material del que están hechas, son capaces de absorber totalmente las reflexiones producidas por ondas acústicas. Una de sus mayores aplicaciones sería su uso en estudios de grabación.

Por último, cabe destacar que vivimos en un bullicio constante, una sociedad extremadamente ruidosa. Estamos acostumbrados a tener ruido de fondo siempre. Es por esto por lo que se necesita cada vez con más urgencia una ruptura sonora. Gracias a la física del sonido, sabemos que la suma de ondas con gráficas de frecuencias inversas da lugar siempre a una neutralización del sonido, obteniendo el silencio. Se prevé que, con el avance tecnológico y con la expansión de las ciudades, la construcción de vivienda se vaya acercando a los aeropuertos y los ingenieros se verán obligados a inventar aparatos que sean capaces de cancelar este sonido, reduciendo los niveles de presión sonora de unos 75dB a unos más cómodos 50dB, de manera que pueda llevarse a cabo una vida normal.

 

EL OLFATO

 

Hay que tener en cuenta que el olfato en los humanos está muy poco desarrollado, por lo que no suele generar una experiencia potente. El olfato es uno de los sentidos más funcionales, ya que nos ayuda a detectar comida en mal estado, escapes de gases, etc. La mejor manera de integrar una experiencia con olor en la arquitectura es a través de la replicación o reproducción de olores. Es una especie de dispositivo generador de olor a partir de una anterior captura de esencia.

Uno de los usos clave del estímulo olfativo es el reclamo social. SI hablamos de temas comerciales, un olor agradable llama la atención, provoca un aumento en las ventas y otorga al establecimiento de una mejor valoración del lugar.

De igual manera, el olor afecta a la salud y al bienestar, pudiendo incluso afectar al estado de ánimo. Es por esto que la arquitectura debe estar exenta de malos olores y debe mejorar la calidad del aire con respecto al entorno. Esto se hace controlando las fuentes de malos olores y con una luz cuidada y una ventilación apropiada. Además, estudios dicen que las plantas favorecen los buenos olores y la regeneración de aire.

 

EL GUSTO

Por último, tenemos el gusto, que es el sentido que menos relación tiene con la arquitectura, básicamente porque necesita de una interacción directa con el objeto. Principalmente encontramos estímulos del sabor en la comida, de hecho, es raro encontrarlos fuera de los alimentos. Sin embargo, sí podemos encontrar algún extraño caso de esta peculiar condición. Edward Ruscha, a modo de performance, creó una habitación enteramente cubierta de chocolate Nestlé.

 

LA ARQUITECTURA CLIMÁTICA

 

La arquitectura, como cualquier arte, pretende generar una emoción. Esto lo hace, principalmente, como he hablado antes, a través de la creación de estímulos para los sentidos. De esta manera es como un espacio puede hacernos vivir una serie de emociones de acuerdo con la forma en que esté diseñado (con qué propósito). Pero hay factores que no son físicos, es decir, que no implican a los sentidos, que nos pueden causar atracción o una cierta incomodidad o rechazo.

Desde un punto de vista atmosférico, se pueden crear otros tipos de espacios a partir de la modificación de varios parámetros que regulan la sensación que nos produce la estancia. Estos parámetros son: la luz, la cual es controlable con los huecos; la humedad, que depende del acondicionamiento, igual que la temperatura y en ciertos sentidos el oxígeno. Es obvio pensar que todas estas variables dependen de la localización y del entorno, es decir, si pretendes crear una misma tipología de edificio en dos sitios diferentes, habremos de adecuarnos al entorno de cada uno. En cierto sentido, la arquitectura se basa en la creación de diferentes espacios a través de la variación de esos parámetros, con el objetivo de variar también la función del espacio inicial, antes de la construcción.

Por una parte, la luz es un recurso muy utilizado en todo tipo de obras de arquitectura. Esta modela los objetos y los realza, permitiendo resaltar ciertos elementos como texturas, colores y formas.

Primero que nada, debemos destacar dos tipos de luz según la proveniencia: la luz natural y la luz artificial.

En primer lugar, la luz natural es aquella cuya fuente es el sol. Por una parte, destacamos su carácter estético que tiene, que le ayuda a crear un impacto emocional en nosotros. Esta también tiene una parte funcional, la cual podríamos resaltar como la más puramente racional. Principalmente la luz sirve para delimitar y definir correctamente el espacio en el que estamos para darnos tranquilidad. Para esto es necesario disponer de una buena iluminación del espacio en el que nos encontramos. Por último, debemos mencionar que tiene un factor ahorrador, ya que, al fin y al cabo, cuanta más luz natural se use, menos hay que invertir en iluminación artificial. Y digamos que conviene más invertir en una buena utilización de la luz solar que en instalaciones de luz artificiales, sobre todo en países tropicales, donde el día dura más. Además, de alguna manera, un espacio cerrado con luz natural se concibe como un ambiente abierto. Por otra parte, la luz también crea las sobras, que pueden dar un cierto toque dramático.

Por otra parte, la luz artificial es una forma de transformar un interior sin necesidad de abrirlo al exterior. De esta manera, permites que esta modele los objetos y resalte las formas. Además, por suerte, es muy susceptible de ser diseñada, por lo que puedes cambiar la tonalidad (el color), la calidez (frío, cálido o neutro) y la intensidad (potencia lumínica).

En segundo lugar, encontramos la humedad o más bien humedad relativa, que es una condición meteorológica que indica la cantidad agua en forma de vapor que hay en el aire en un espacio determinado. Está íntimamente relacionado con la sensación térmica, en la medida en que si en una estancia, sube la humedad relativa, la sensación térmica será mayor y, por tanto, tendremos más calor. Un exceso de humedad (por encima de un 70%) puede provocar una proliferación de los ácaros y la aparición de moho. Para controlar este problema, tenemos aparatos como los deshumidificadores, que utilizan materiales desecantes y hace pasar el aire a su través quitando parte de esa humedad o una ventilación continua que evite esa concentración de humedad. Por otro lado, una cantidad de vapor en el aire demasiado baja también tiene efectos nocivos, como que favorece la aparición de enfermedades respiratorias, como el asma u otros síntomas de índole respiratoria, como la garganta irritada. Además, también puede afectar nivel dermatológico, con la aparición de piel seca y labios agrietados. La solución para esto está en los humidificadores, que introduce vapor en forma de micropartículas, subiendo así la humedad relativa. Tras esto, debemos tener en cuenta que la humedad debe ser de entre un 35% y un 50% para un confort adecuado y fuera de posibles problemas de salud. Asimismo, se recomienda tener cuidado con los materiales de construcción, sobre todo evitando el yeso, proclive a la aparición de moho y el vinilo.

La temperatura es una de las bases del confort en un espacio, digamos que más incluso que la humedad relativa. Teniendo en cuenta que un espacio interior debe estar a unos 20ºC en invierno y a uso 25ºC en verano, deberemos aclimatar la estancia para mejorar las condiciones de temperatura con respecto al entorno. En un clima más frío se han de poner cerramientos más gruesos y deben estar hechos con materiales con coeficientes de aislamiento muy bajos, de manera que retengan bien el calor. Sin embargo, un clima cálido nos permitirá no tener que usar tanto aislamiento, pudiendo reducir el grosor de los muros y los materiales podrán ser más ligeros, siempre y cuando mantengan un interior fresco. La temperatura también depende de la incidencia de la luz solar. Es por esto por lo que se han fabricado unas cortinas hechas con un tejido metálico, de tal manera que dejan pasar parte de la luz, pero no se calienta, permitiendo reducir la temperatura hasta 6º. Asimismo, también hay que tratar de evitar lo máximo posible los cambios bruscos de temperatura, con el objetivo de que la persona puede adaptarse bien y despacio a las estancias.

De alguna manera, también podemos definir la arquitectura como una perfecta coordinación funcional entre el aire, la atmósfera artificial, lo inmaterial y la construcción, la estructura, lo material. Por lo que es posible asegurar que el diseño arquitectónico trasciende de lo tangible.  

 

PHILIPPE RAHM

 

Prosiguiendo con el tema de la arquitectura climática, hemos de resaltar a Philippe Rahm, un arquitecto suizo que estudia la importancia de la atmósfera en la arquitectura.

Él desarrolla sus proyectos con la premisa de que el juicio estético tiene poca validez, por lo que no sigue ni leyes físicas ni estéticas. Partiendo de esto, define la arquitectura como lugar de habitar y servir al ser humano. También dice que la arquitectura no es la parte física del edificio, sino que comprende el diseño de la atmósfera interior, por tanto, lo físico es solo construcción. Él deja muy claro que es el espacio el que ha de adaptarse a nosotros y no al revés, de tal manera que este pueda evolucionar. Esto lo hace a partir de la creación de ambientes, los cuales se relacionan directamente con el usuario incidiendo en él y creando emociones. A partir de esto, se proyecta un nuevo tipo de arquitectura no convencional que pretende servir al usuario y evolucionar acorde a sus necesidades funcionales o de confort, haciendo del espacio, un sitio totalmente funcional, es decir, que todo debe tener utilidad.

En el proyecto Hormonorium, Rahm pretendía hacer una reproducción del clima alpino. La sala presenta un aislamiento total con respecto al exterior, es decir, hay que vivirlo y experimentarlo desde dentro. A través de unos fluorescentes blancos colocados en el suelo y gracias a una emisión de rayos UVA y UVB, consigue regular el estado de ánimo de los usuarios. Además, en esta estancia se reduce el nivel de oxígeno, con el objetivo de provocar un efecto estimulante.

En definitiva, el proyecto trata de encerrar cierta parte del entorno con el ambiente de la localización con el objetivo de “manipular el clima”. Al fin y al cabo, se trata de introducir un ambiente exótico en otro con características diferentes. Antes de hacer esto, conviene hacer un estudio del clima a nivel general. Esta es la idea de Digestible Gulf Stream, un proyecto que trata de entender la influencia de la temperatura de las estancias en nuestra vida cotidiana y cómo afecta esto a nuestro confort. Se dispusieron dos placas térmicas a diferentes temperaturas y a diferentes alturas en una sala amplia, de tal manera que había una diferencia de unos 15º entre la zona más cálida y la más fría. Introdujeron a personas en la sala y les pidieron hacer determinadas acciones domésticas y estas se colocaban en una zona u otra (más o menos cálida) dependiendo de la actividad, ropa o confort. La idea era crear una única sala, es decir un mismo espacio, pero que albergaba diferentes atmósferas
(ambientes).

Prosiguiendo con la investigación con la temperatura, empieza un nuevo proyecto en el que estudiará la convección. Los Convective apartments son construcciones que estudian el principio de Arquímedes que dice que el aire caliente pesa menos y por tanto, tiende a subir, mientras que el aire frío tiende a bajar, debido a su mayor peso. El arquitecto dice que, por la convección, en una sala puede haber una diferencia de hasta 10ºC entre suelo y techo. El autor también trabaja con el tema de la humedad en los Apartamentos de vapor, un diseño evolucionado de otro anterior que pretendía hacer de una vivienda un espacio continuo organizado por la incidencia del vapor de agua en forma de gradiente, empezando por el baño y acabando en el dormitorio. Además, incorpora un cierto control del aire y del viento a través de la orientación del edificio, lo que hace que se cree un edificio “evaporado”. El arquitecto realiza un mapa de humedades a modo de planta explicativa del prototipo de vivienda.



A modo de conclusión, habría que decir que la arquitectura es producto de un diseño emocional que, a priori, debe salir de la combinación de un estudio sensorial y uno más inmaterial. Los estímulos (visuales, táctiles, etc.) pretenden llamar nuestra atención de una forma más física. Por otra parte, la arquitectura climática o atmosférica nos hace sentir emociones acordes al tipo de espacio que se pretende. De alguna manera, la arquitectura sensorial nos estimula en un primer momento y la atmosférica pretende que estabilizar estas emociones. Ambas en conjunto forman la base para un confort adecuado en un espacio.